Carlos Sánchez fue uno de los astrofísicos más sobresalientes del mundo. A pesar de su temprana muerte, su surco en la astrofísica española ha sido profundo y fértil y, aún hoy, seguimos recogiendo el fruto. Era un gran especialista en instrumentación, destacando especialmente en fotometría infrarroja, en la que fue un distinguido pionero. Son muchos los descubrimientos que llevó a cabo con el telescopio que hoy lleva su nombre, CST. A modo de ejemplo, obtuvo el primer mapa de un disco galáctico en infrarrojo. Sus grandes méritos científicos no pueden apreciarse en su Curriculum, por vasto que este sea, porque tenía muchas más ideas que las que publicaba. Era también encomiable en él su preocupación porque una ciencia pura como es la astrofísica, tuviera repercusión inmediata en el bienestar y en el progreso de su entorno.
Si su contribución a la ciencia del Cosmos fue admirable, más lo fue su personalidad. Castellano hasta los tuétanos, era amante de la naturaleza, del pueblo y de la gente sencilla. Era amigo de los humildes, de los pobres, de los extraños, de los despistados, de los solitarios, de los sentimentales, de los apasionados. Tenía el don de sonsacar pronto, del fondo del alma de aquellos que le interesaban, sus más íntimas confesiones y sus más profundos sentimientos. Le gustaba aquel verso de Machado: "Para conversar/ preguntad primero/ después, escuchad". Era un gran enemigo de la hipocresía, de la falsedad, de la ostentación, de la mediocridad, de la comodidad. Los que le conocían, o bien le temían, o bien le amaban. Convivir con él, era vivir una aventura imprevisible en cada momento. En los lugares más desarraigados tenía un amigo con una visión original de la vida, con quien compartir pan, vino y compasión. Era sencillo en sus costumbres, en el humor, en el amor, en la amistad, y era sencillo incluso en su grandeza. Sus destempladas y francas risotadas aún resuenan en los oídos de todos los que le queríamos.
Es imposible olvidarle, como científico y como amigo. Tenía la mirada y el corazón de los hombres verdaderamente grandes. Su querido Valladolid bien hará en expresar su gratitud a uno de sus hijos más internacionalmente destacables. No se puede entender a Carlos sin su Valladolid, sin su Castilla ancha. Deseo humildemente que no se pueda entender a Valladolid sin su recuerdo.